Mudanzas de Cine (II)
Esta semana, nuestro acercamiento al cine y a aquellas películas en las que el tema de las mudanzas es destacado lo centraremos en una propuesta de película singular: Boyhood.
Se trata de una película estadounidense de 2014 que en España se distribuyó con el título Momentos de una Vida y es difícil de ubicar en un género concreto: ¿drama?, ¿película costumbrista?… en todo caso se trata de una apuesta muy personal del director Richard Linklater y protagonizada por un entonces niño desconocido para el cine, Ellar Coltrane al que acompañan de manera destacada Patricia Arquette y Ethan Hawke como padres del protagonista y Loreley Linklater la propia hija del director actuando como hermana del protagonista.
La película retrata al niño desde sus 6 años hasta el momento que termina la secundaria, acercándose a los 17. En su afán de mantener el realismo y mostrar lo más parecido posible al actor y sus cambios tanto físicos como emocionales, Linklater decidió que el tiempo cronológico de la película sería respetado, por lo que debió filmar las escenas de cada edad del personaje en el año que correspondía. El rodaje de la película por tanto, se extendió casi 12 años en el tiempo, con los mismos actores que habían arrancado el proyecto, pero obviamente con más años encima. La duración de la grabación, es algo tan sencillo como original y dota a la película de una fuerte carga de realismo. Es interesante utilizar el mismo actor durante etapas de tanto cambio, como son la infancia y la adolescencia (o la juventud y la madurez en el caso de los actores adultos).
El punto fuerte de Boyhood es su simpleza. No estamos ante una película que pretenda recalcar el drama, o la alegría. El director narra la historia de Mason sin caer en tópicos, el tema que pretende mostrar no tiene nada que ver (al menos no de manera directa) con la transición niño-adulto. No va de la inocencia, cambios hormonales o primeras relaciones íntimas. La vida, sus cambios no siempre pensados y la herida del tiempo como gran protagonista, son el argumento del que hace gala el director.
No es pretenciosa ni convencional. Uno esperaría ver un monumental y efectista drama adolescente, muy al estilo Hollywood, bastante excesivo, pero la verdad es que la historia es muy natural, centrándose en cuestiones simples: relaciones fraternales comunes, conversaciones padre-hijo incómodas, pero muy bien planteadas.
Durante el crecimiento de este niño, comienzan a sucederse a su alrededor innumerables situaciones: conflictos familiares, separaciones, problemas económicos, descubrimiento de sus pasiones y las de otros, lo que disfruta, lo que no e inteligentemente integradas en la historia… numerosas mudanzas… mudanzas de todo tipo, no tan sólo de lugar o residencia sino también interiores: cambios, controversias, descubrimientos, abandonos, nuevas relaciones, diferentes colegios, primeros amores, primeras desilusiones, momentos maravillosos, momentos de miedo… Sin duda, un guiño a la mudanza “personal” que todos llevamos dentro y a nuestro poder de adaptación.
Es muy posible que al verla pienses que es una película en la que “no pasa nada”. Quizás, lo que pasa es la vida, quizás lo que pasa es el tiempo. Tal y como dice el director, “es una historia hecha de pequeños momentos”. Seguro que te hará reflexionar.
¿Has visto la película? ¿Conoces historias similares incorporando el recurso de una mudanza?
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