¿Imaginas lo complicado que debe ser el traslado de delfines?

El 22 de diciembre de 2016 el Ayuntamiento de Barcelona emitió una declaración histórica: se cerraba definitivamente el delfinario existente en la ciudad, con lo que Barcelona se encontraba en el proceso de convertirse en la primera ciudad española y de hecho también en Europa en abandonar proyectos que mantenían cetáceos en cautividad.

La reubicación de los seis animales que permanecían en el antiguo delfinario se convirtió a partir de esa declaración en un largo y dificultoso proyecto de traslado. Dificultades de todo tipo han acompañado ese proyecto: dificultades políticas, intereses económicos diversos frente a los que finalmente se consiguió prohibir los espectáculos con los seis delfines, problemas de planificación, enfermedades, una pandemia y ante todo de elección del lugar de traslado de los habitantes del delfinario: ¿otro zoológico?, ¿un refugio?, ¿un santuario marino?.

Desde las entidades animalistas apuntaban como lugar idóneo los llamados santuarios, unos cercados en el medio del mar donde los delfines acabarían sus días en semilibertad. El problema es que la mayor parte de estos santuarios son tan sólo proyectos. El único proyecto ya plenamente activo es el Santuario Uma Lumba en Bali que está destinado a la rehabilitación, liberación y retiro de delfines que si tras ser evaluados son aptos para su liberación son trasladados a Lumba Lumba en Java pero se encuentra saturado de peticiones.  Se estudiaron los proyectos de santuarios de Baltimore prevista su apertura para 2020, un santuario en Ipsis en el Mediterraneo previsto también para 2020 y alguno proyectado en la zona del Caribe que fue descartado por haber ha sido arrasado en diversas ocasiones por huracanes en la zona, por lo que finalmente no era realista un proyecto de vida en semilibertad para los seis delfines.

Otro de los grandes problemas a resolver era que el estado de salud de los delfines en Barcelona era bastante delicado: afecciones cutáneas, gastritis recurrentes, problemas oculares, diversos virus, deterioro cognitivo y estres continuado, problemas relacionales e incompatibilidades que no podían ser solucionadas por la falta de espacio… la realidad para los cetáceos en general y los delfines en particular es que tras largos periodos de tiempo en cautiverio, pueden estar demasiado perjudicados físicamente o mentalmente para sobrevivir sin el cuidado humano y aunque se han dado casos de reinserciones en la naturaleza de estos animales, es mucho más habitual que los delfines en cautiverio o nacidos en cautividad no sepan sobrevivir solos en mar abierto por lo que de manera permanente habrán de permanecer en refugios cuidados y alimentados por especialistas y veterinarios. En el caso de los delfines ubicados en Barcelona, a las dificultades para encontrar una ubicación adecuada, se añadieron sucesivos retrasos: primero fue una complicada infección por hongos del más pequeño de los delfines de Barcelona, Nuik, que obligó a un tratamiento médico que le impedía viajar. Y entre una cosa y otra llegó el Covid y el cierre de fronteras…

La realidad es que una mudanza para delfines es más complicada que para los humanos aunque tengan muchas menos pertenencias.

Anak, Kuni, Leia, Blau, Tumay y Nuik eran los seis delfines mulares habitantes del Aquarama del Zoo de Barcelona. De todos  ellos tan sólo Anak, madre del macho Kuni y la hembra Leia, nació en libertad, en Cuba, en el mar Caribe. Blau, Tumay y Nuik eran los otros tres machos que convivían con los anteriores en unas instalaciones que se habían quedado totalmente obsoletas y no ofrecían condiciones dignas para los delfines. En año 2016 el macho Kuni, de 10 años entonces, y la hembra Leia, de 12, fueron trasladados al Oceanográfico de Valencia. Anak, murió en cautividad, en noviembre de 2019 con 36 años de edad. En 2020 los otros tres machos Blau, de 21 años, Tumay, de 7 años y Nuik, de 17 años, fueron trasladados al Attica Zoological Park de Atenas (Grecia). Las entidades animalistas lamentaron que aunque los delfines de Barcelona, poseen una vida mejor en sus nuevas ubicaciones, continúan en cautividad y viéndose obligados a realizar espectáculos para entretenimiento humano.

La mudanza formal no fue un proceso fácil: cuidadores y veterinarios de una empresa especializada —junto con los operarios del parque barcelonés— pusieron a los cetáceos en un camión tipo trailer acondicionado que trasladó a los animales marinos hasta el aeropuerto de El Prat. Allí, un avión los llevó hasta Grecia intentando cumplir con las máximas garantías de seguridad y bienestar animal. En Atenas, lo tres delfines fueron introducidos en unas piscinas de aclimatación donde permanecieron  varias jornadas para ver cómo se aclimataban los animales a su nuevo espacio y al grupo de delfines ya existente allí.

Durante el traslado los delfines están condicionados a nadar en camillas, adaptadas a su longitud y peso y que cuentan con agujeros para sus aletas pectorales, agujeros que hacen las veces de cinturones de seguridad, intentando mantener al animal sano y salvo dentro de los contenedores de transporte. En estos contenedores los delfines son sumergidos en agua hasta la mitad de la cabeza, para que sus espiráculos queden libres y no sientan la presión de su peso corporal. Es importante en todo momento que veterinarios y especialistas controlen su temperatura, su respiración, su estrés…

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